23 de febrero de 2011

El bueno, el malo y el feo


Desde los primeros films mudos, siempre existieron Westerns y ha sido el genero de acción por excelencia por muchísimos años. Desde superproducciones a seriales baratos, amén de incursionar en la radio y en la TV, el Western estuvo en todos lados. Como escenario es ideal : un mundo sin reglas, donde el asesinato es cuestión de todos los días y donde todos los involucrados están armados las 24 horas, portando sus revólveres a plena luz del día. Resulta fácil generar un ambiente inestable y explosivo en esas condiciones. El problema del Western es qué hacer más allá de las secuencias de acción como balaceras y duelos. Eso es lo que distingue los Westerns buenos de los malos.

Existen en el género grandes artesanos como John Ford, que imaginaron al lejano Oeste como un escenario para desarrollar historias. Y por supuesto, los íconos como John Wayne. Pero el problema fundamental de gran parte de la cinematografía estadounidense clásica sobre el tema reside en una visión muy restringida de los personajes. Los buenos son buenos, los malos son malos. Los villanos son lugartenientes que echan a colonos indefensos, o los indios que actúan como una fuerza malévola y ciega. Los héroes son hombres comunes obligados a actuar por las circunstancias o, en otros casos, gente que desea abandonar un pasado violento y deben regresar cuando el mismo irrumpe en su presente. Recién en los 60 comenzará una suerte de revisionismo - esto posiblemente tenga que ver también con el abandono paulatino de las ferreas imposiciones del Codigo Hays que rigió durante años a Hollywood -, donde los buenos no eran tan buenos, y los malos tenían su lado humano. Fundamentalmente, directores como Sam Peckimpah (especialmente en La Pandilla Salvaje) sirven a este proceso. Pero los primeros pasos no vinieron de USA sino del otro lado del Atlántico, de una cinematografía tan exploitation como la italiana, que durante los años 60 comenzó a pisar fuerte - y que lamentablemente su influencia se fue diluyendo en la década siguiente -.

Italia había comenzado en la década como un imitador comercial de la cinematografía norteamericana. En la filmografía italiana hay cine de terror, hay cine policial, hay cine de época, y hay - por supuesto - cine del Oeste, que sería la baza más conocida pero no la menos importante. El Spaghetti Western fué un género recibido despectivamente por la crítica y el público hasta la aparición de ciertos artesanos que le dieron prestigio e incluso revirtieron el proceso, exhibiendo obras de gran calidad e influencia sobre la misma cinematografía americana. Y todos esos talentos, el nombre más resonante es sin duda Sergio Leone.

El Bueno, El Malo y El Feo es la tercera entrega de Sergio Leone sobre el género (después de Por un Puñado de Dólares, y Por Unos Dólares Más), nuevamente con Clint Eastwood como protagonista. No es exactamente una trilogía, ya que el personaje de Eastwood no siempre tiene el mismo sentido, aunque sí conserva la misma estética - el sombrero, el poncho, los cigarros recortados -, amén de que Lee Van Cleef asume ahora un caracter totalmente diferente al del correcto y vengativo Coronel Mortimer de Por Unos Dolares Más. Muchos piensan que El Bueno, El Malo y El Feo es una suerte de precuela - a fin de cuentas, sobre el final del film, Eastwood calza la vestimenta característica que usa en las películas previas -; en todo caso, se puede decir que es una suerte de ensayo sobre variaciones del tema que Leone vino exponiendo en los tres filmes.

En plena Guerra Civil norteamericana, un par de estafadores se dedican a timar a las autoridades. Tuco es perseguido por numerosos crímenes, y es atrapado y entregado a la justicia por un caza recompensas conocido como el Rubio, su complice de fechorías, quien lo libera de la horca a último momento para huir y repartirse el botín. Pero una serie de mutuas traiciones y desventuras los llevan a cruzarse en el camino con Bill Carson, un soldado confederado malherido. Antes de morir, les dice a ambos dónde se encuentra escondido un botín de 200.000 dólares en monedas de oro. El problema es que uno de los criminales conoce el paradero - un cementerio - y el otro sabe en qué tumba se encuentra enterrado el oro. Mientras tanto, un corrupto sargento de la Union conocido como Ojos de Angel se encuentra tras la pista de Carson. Y no pasara mucho tiempo antes de que sus caminos se crucen en el trayecto hacia el botín escondido.

Hay rasgos muy particulares que hacen notable al film. En primer lugar, todos los personajes son grises en distintas tonalidades. No hay héroes sino villanos de mayor y menor monta. Tuco y el Rubio son estafadores, cínicos y crueles, que se ven mejores que Ojos de Angel, que representa una fuerza totalmente siniestra. Ya no son los protagonistas naif típicos de los Westerns americanos, sino personajes rastreros que se traicionan constantemente una y otra vez, desconfiados y expeditivos. El segundo tema importante es la violencia, que resulta bastante gráfica, como la golpiza a Tuco en el cuartel de la Union. Para la cinematografía tan restringida moralmente en esa época, resulta impactante - en otro ámbito, la Hammer mostraba litros de sangre en brillantes colores en sus filmes de terror, y desde Europa empezaban a probar los límites de la censura -.

Pero en tercer lugar, el factor más importante es el estilo de la narración. Leone transforma al Western en un comic filmado. Hay numerosos primeros planos, los personajes se encuentran en pose casi todo el tiempo, o Leone toma planos generales realmente largos y estilizados - la escena inicial con Van Cleef en silencio, parado en la puerta, es tan gráfica como el Henry Fonda alto y flaco vestido de negro de Erase una vez en el Oeste -. Muchas escenas recuerdan a las viñetas de una historieta, e incluso hay cierta alteración del espacio y tiempo que también rememora a un comic. Esto lo destaca Roger Ebert, y se puede percibir en ciertas secuencias del film : como cuando Tuco y el Rubio vuelan el puente, se agachan para protegerse de la explosión, y en dos minutos las fuerzas militares se aniquilan mutuamente; o cuando Tuco huye de los cañonazos de el Rubio y aparece súbitamente en la escena del cementerio - un lugar que debería haber resultado visible desde lejos, pero que el protagonista descubre imprevistamente "porque cayó en ese fotograma" -. Lo mismo sucede cuando los personajes principales llegan al río, sin darse cuenta del enorme despliegue militar que la Union ha montado.

El estilo de Leone es fabuloso, lo que mantiene el ritmo de la narración de forma fluída sin que el espectador caiga en los huecos de lógica que puede tener el argumento. La historia central es breve, pero Leone la estira con las peripecias incidentales que los bribones deben pasar hasta llegar a su destino - especialmente con el tema de las milicias de la Guerra Civil -. Ciertamente el film contiene inexactitudes históricas sobre el tema - hay hechos y armas que no se condicen con la época -. También hay algunos errores obvios, como el inexplicable motivo que lleva a Tuco a hacerse pasar por Carson, o las actividades "extracurriculares" de Ojos de Angel, que entra y sale del ejército sin dar excusa alguna, así como el conocimiento personal previo con Tuco. Sin mencionar al super revólver que Tuco se monta en la armería. Pero la energía del relato hace obviar estas imperfecciones.

El cuarto detalle es la inmortal partitura de Ennio Morricone. El tema principal ya es sinónimo de Western. La originalidad del arreglo, con el estribillo clásico (teóricamente, imitando a un hiena, quizás en alusión al caracter de los personajes principales peleándose por un trozo del botín).

Y quinto, las actuaciones. Recién Eastwood encuentra su carácter en el cine; sea en Harry el Sucio, en Los Imperdonables o en otros de sus filmes, su personaje lacónico y cínico está basado en la construcción que hizo en las películas de Leone. Eli Wallach, un intérprete que tiende a sobreactuar, tiene un papel que festeja los desbordes del actor. Y Van Cleef es magistralmente letal. Es una lástima que no haya podido desarrollar una mejor carrera, ya que generalmente lo más difícil para un actor cinematográfico es encontrar "su" papel en la pantalla, cosa que sí sucede en este film.

Año: 1966
Director: Sergio Leone
Guión. Sergio Leone, Age, Furio Scarpelli, Luciano Vincenzoni
Música: Ennio Morricone
Fotografía: Tonino Delli Colli
Reparto: Clint Eastwood, Lee Van Cleef, Eli Wallach, Aldo Giuffrè, Mario Brega, Luigi Scarchilli, Rada Rassimov
Productora: Coproducciónn Italia-España-Alemania; MGM release
Género: Spaghetti-Western 


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