El imperialismo inglés está
embarcado en una nueva serie de agresiones contra la soberanía argentina sobre las
islas Malvinas.
En vísperas de cumplirse el
trigésimo aniversario del inicio de la guerra en el archipiélago, situado en el
Atlántico Sur, el gobierno británico ha decidido iniciar allí una serie de
ejercicios militares de los que participa el propio príncipe William, además de
enviar al HMS Dauntless, uno de los más modernos destructores lanza
misiles de su armada y hasta un submarino a propulsión nuclear, posiblemente el
“HMS Tireless” o el “HMS Turbulent”; todo a escasos 480
kilómetros de la Patagonia, territorio continental argentino. El gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner, ante esta afrenta, ha respondido sólo con
declaraciones y apostando a una salida diplomática, negociada en la ONU, ante
la cual denunció la “militarización del Atlántico Sur” y la “introducción
de armamento nuclear a la zona de las Islas Malvinas” por parte de
Inglaterra.
Una historia de pillaje
colonial y lucha antiimperialista
El archipiélago de Malvinas es de
soberanía territorial argentina. Desde 1820, el gobierno de Buenos Aires
consolidó su posesión de las islas, antes dominadas por el derrocado imperio
español. El 2 de enero de 1833, las islas fueron invadidas por los británicos.
Aquel día arribó la fragata de guerra británica HMS Clio, comandada por
el capitán John James Onslow, quien simplemente comunicó al jefe argentino del
lugar, José María Pinedo, que venían a tomar posesión de las islas en nombre
del rey de Inglaterra. Pineda consideró que no tenía condiciones de resistir y
embarcó a sus hombres rumbo a la entonces Confederación Argentina. El robo, a
manos de los piratas ingleses, estaba consumado.
Inglaterra, en el siglo XIX, era
la principal potencia económica y militar en el mundo. Su política
colonialista, al servicio de conquistar nuevos mercados y fuentes de materias
primas, combinaba la diplomacia con la intervención militar directa. La
ocupación inglesa de Malvinas tiene relación con la política británica hacia el
derrumbe del poder español en Latinoamérica a inicios del siglo XIX. Un
antecedente importante lo encontramos 27 años antes, cuando, buscando dominar
las ex colonias de España llegaron a invadir militarmente el Río de la Plata,
concretamente Buenos Aires y Montevideo, en 1806 y 1807 respectivamente.
Desde aquella fecha,
transcurrieron 149 años de administración británica ininterrumpida en las
Malvinas hasta que, el 2 de abril de 1982, la odiosa dictadura militar
argentina invade las islas y recupera la posesión de las mismas. El
imperialismo inglés, comandado entonces por Margaret Thatcher, ardiente
neoliberal que quedó conocida como la “Dama de Hierro”, responde declarándoles
la guerra a los argentinos. El conflicto armado terminó el 14 de junio de 1982
con la victoria militar británica. La guerra costó la vida a unas 907 personas,
de las cuales 649 fueron soldados argentinos. De estos, a su vez, 323 murieron
en el hundimiento del ARA General Belgrano, fuera del área de conflicto,
ocurrido el 2 de mayo de aquel año.
Desde 1833, lo que existe en las
islas es un enclave imperialista. Allí están radicados 3.100 colonos,
denominados “kelpers”. Esta no es una población autóctona sino, como en todo
enclave, una población trasplantada y artificial. Casi todos son descendientes
de británicos, pero con un nivel de vida superior a los ingleses europeos y
protegidos por una dotación permanente de 15.000 soldados instalados en la base
de Mount Pleasent. De ahí lo falso e hipócrita del actual discurso de
David Cameron, primer ministro británico, sobre la “autodeterminación” de los
malvinenses o de hacer una “consulta” en las islas sobre si esos colonos
quieren o no que se abran negociaciones sobre la soberanía del archipiélago.
El tiro por la culata
La dictadura argentina, al ocupar
militarmente las islas en 1982, tenía la intención de desviar en otro sentido
el odio creciente de las masas contra ella, recuperar la autoridad perdida y
mantenerse en el poder por varios años más.
Los militares, en medio de una
crisis política y económica brutal, lo único que querían era alargar su vida.
El movimiento de masas, en especial la clase obrera, contestaba fuertemente a
la dictadura militar desde 1979. En el marco de este proceso de luchas
crecientes, un sector de la Confederación General del Trabajo (CGT) convocó el
30 de marzo de 1982, dos días antes de la ocupación de Malvinas, a una
movilización en Plaza de Mayo por reclamos salariales y libertades
democráticas. La respuesta de la vanguardia obrera, con miles de personas en la
Plaza, fue muy importante. La represión de la dictadura fue brutal. La acción
militar en Malvinas no pasaba, desde la posición de la dictadura, de una
maniobra política para salir de su crisis.
Por otro lado, la dictadura
calculaba que el imperialismo norteamericano iba a colocarse de su lado, en
función de sus servicios prestados en la represión en el país y de su
colaboración en la represión en el Cono Sur y en América Central. Esto no se
dio. Por el contrario, todo el imperialismo mundial, además de la ONU, la Iglesia
católica y una quinta columna cipaya dentro de la Argentina, se alineó detrás
de los piratas ingleses.
Los militares, que como máximo
querían obtener alguna que otra migaja de los ingleses en cuanto a la
administración de las islas, se vieron envueltos, sin quererlo, en una guerra
contra todo el imperialismo; una guerra que originó una impresionante
movilización revolucionaria y antiimperialista de la clase obrera y el pueblo
argentinos.
La causa argentina, además,
despertó la solidaridad y simpatía de otros pueblos latinoamericanos y de otros
continentes. En el Perú, por ejemplo, se llegó a realizar una imponente
movilización de más de cien mil personas. El gobierno peruano de entonces hasta
llegó a ofrecer apoyo militar a los argentinos.
Metidos en la vorágine de esta
dinámica, la dictadura no tuvo otra alternativa que enfrentar la guerra. Pero,
por su carácter de clase y su sumisión suprema al imperialismo, desde un inicio
hizo todo lo posible en favor de la derrota militar argentina.
Soldados argentinos prisionesros
en la isla durante la guerra
Una política revolucionaria
La situación se presentaba
difícil y compleja para los revolucionarios. ¿Qué política debían tener frente
al hecho de que una dictadura pro-imperialista y genocida, el gobierno más
sanguinario de la historia argentina, en los hechos había recuperado las
Malvinas y se enfrentaba militarmente con el imperialismo unificado en torno a
los ingleses?
La LIT-CI -que entonces tenía
tres meses de existencia- y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), su
sección en la Argentina, no tuvieron dudas: nos colocamos desde el principio en
el campo militar de la nación oprimida (la Argentina), independientemente de su
dirección política y militar (la dictadura de Galtieri), batallando a muerte
por la derrotar militar de Gran Bretaña (el país imperialista). En 1982,
resumíamos así nuestra posición: “Los socialistas no vacilamos un sólo
instante sobre nuestra ubicación en el campo de batalla: estamos a muerte
con la nación argentina y combatiremos con todas nuestras fuerzas por la
derrota del imperialismo. Este es el primer e irrenunciable deber de todo
luchador de la causa de la clase obrera y el socialismo: combatir a muerte por
derrotar al enemigo imperialista”. No existía otra política ni otra
posición para los revolucionarios.
En esta cuestión, tanto la LIT-CI
como el PST argentino, de los cuales Nahuel Moreno era el principal dirigente,
estaban siguiendo la política aconsejada por Trotsky ante la posibilidad de una
guerra entre un país imperialista y un país atrasado. Éste, en una entrevista
con el dirigente obrero argentino Mateo Fossa, realizada en setiembre de 1938,
afirmó: “Tomaré el más simple y demostrativo ejemplo. En Brasil existe hoy
un régimen semifascista que ningún revolucionario puede ver sino con odio.
Supongamos, sin embargo, que mañana Inglaterra entrara en un conflicto militar
con el Brasil. Yo le pregunto: ¿De qué lado del conflicto se ubicará la clase
obrera? Le contestaré por mí mismo, personalmente: En este caso, yo estaré de
parte del Brasil “fascista” contra la Inglaterra “democrática”. ¿Por qué?
Porque el conflicto entre esos dos países no será una cuestión de democracia o
fascismo. Si Inglaterra triunfara, pondría a otro dictador fascista en Río de
Janeiro y colocaría una doble cadena alrededor del Brasil. Si, por el
contrario, el Brasil fuera el que triunfara, ello daría un poderoso impulso a
la conciencia nacional y democrática del país y llevaría al derrocamiento de la
dictadura de Vargas”.
Esta fue la política de la
LIT-CI frente a la guerra de Malvinas.
Vale una aclaración importante.
El hecho de estar en el mismo campo militar con la dictadura fascista, contra
Inglaterra, nunca significó una capitulación política a ese gobierno
capitalista. El PST argentino mantuvo en todo momento su independencia política
del gobierno, denunciándolo como la peor conducción de la guerra y llamando a
las masas a derrocarlo cuanto antes, a la par que defendía un programa
específico y concreto para lograr la efectiva derrota del imperialismo. “El
movimiento obrero debe practicar la más audaz unidad de acción para imponer el
combate antiimperialista, al tiempo que debe mantener la más celosa e
intransigente independencia política como clase”, declaraba el PST.
El centro de ese programa era la
derrota del imperialismo inglés y de todo el imperialismo, que lo apoyaba
política y económicamente. Este programa antiimperialista, lo podemos resumir
rescatando las palabras de un histórico volante que publicó el PST con motivo
de la visita del Papa, que era parte del bloque imperialista y que no tenía
otro motivo que predicar la capitulación ante los ingleses:
“!Nada de 'movilizaciones'
derrotistas! !Los trabajadores y el pueblo debemos movilizarnos por la victoria
sobre el imperialismo! La victoria es segura, si imponemos mediante nuestra
movilización un programa de guerra sin cuartel al imperialismo.
Seguir la guerra apelando
ahora a todos los medios, sin limitación alguna. Para ello, requerir
de forma inmediata ayuda militar a todos los países que se hayan pronunciado a
nuestro favor, en especial a los latinoamericanos pero también a la URSS,
China, Libia, Irán, etc. !No a las negociaciones secretas! !Inmediata ruptura
de relaciones con los EEUU!
!Que la guerra la paguen
los imperialistas! Incautación de todas las empresas inglesas y
yanquis, y no pago de la deuda externa. Prohibición de despidos y suspensiones.
Aumento general de salarios y seguro al desocupado.
Restablecimiento pleno de
las libertades democráticas y sindicales, para que los trabajadores
y el pueblo puedan organizarse para resistir la agresión.
!!!Sí!!! !!El imperialismo
puede ser derrotado!! !!Ya lo han hecho otros pueblos!! Y ya hemos visto como
-pese a la desastrosa conducción del actual gobierno militar -que no lleva la
guerra a fondo ni aplica este programa-, a los imperialistas no les está
resultando fácil”
Finalmente se dio la derrota
militar argentina en Malvinas. La guerra, al contrario de lo que esperaban los
militares, profundizó el odio y la movilización contra la dictadura. El grito
de millares de personas de “se va acabar, se acabar, la dictadura militar…”
ganó las calles hasta que finalmente cayó la dictadura y se produjo un radical
cambio de régimen. El PST, siguiendo las enseñanzas de Trotsky, pudo participar
de esa movilización en estrecha unidad con los miles de luchadores a los que
había acompañado en su experiencia concreta con la dictadura y la guerra.
Aguas divididas
Mientras el PST empeñaba todas
sus fuerzas en la campaña por la derrota de los ingleses, la mayoría de la
izquierda argentina acompañó el curso de la burguesía capituladora (que tenía
en la Unión Cívica Radical de Alfonsín y en el grueso del peronismo sus
principales exponentes) con distintas variantes y argumentos. El abanderado de
la capitulación al imperialismo fue el Partido Comunista, que criticó “la
ocupación con el uso de la fuerza” y bregaba por una salida pacífica en la
ONU debido a que “la tarea internacional más importante” era defender la
paz. Otros partidos llegaron a participar equivocadamente de movilizaciones
claramente derrotistas, impulsadas por el propio Papa, que visitó el país entre
el 8 y el 12 de junio.
Las aguas estaban divididas. De
un lado, la aplastante mayoría de la burguesía “nacional”, entreguista y
cobarde, junto al Papa y al imperialismo acompañados por el Partido Comunista y
otros sectores de la izquierda. Por otro lado, la clase obrera y el pueblo
trabajador y el PST argentinos, negándose a la capitulación ante el
imperialismo. En este sentido, se impone también resaltar posición del Workers
Revolutionary Party (WRP), partido del cual provienen Bill Hunter y otros
dirigentes de la International Socialist League (ISL), actual sección
inglesa de la LIT-CI, que entonces levantó como el centro de su política la
derrota de las tropas inglesas en Malvinas y llamó a la clase obrera y al
pueblo inglés a solidarizarse con la lucha del pueblo argentino. A pesar de
existir, en ese momento, fuertes organizaciones de izquierda y trotskistas, fue
el único partido de todo el Reino Unido que tuvo esta posición revolucionaria,
contra su propio imperialismo.
¿Por qué esta nueva ofensiva
del imperialismo británico?
Actualmente, el gobierno
británico dice que todos sus movimientos militares en Malvinas son mera
“rutina”. La realidad es que las empresas petroleras inglesas, asociadas a las
estadounidenses, están realizando un brutal saqueo de los recursos de
hidrocarburos de las islas y esto va acompañado de una protección militar
adicional por parte de los ingleses que, por otra parte, mantienen una base
militar de la OTAN en Malvinas desde donde, por ejemplo, entrenan tropas que
luego mandan a otras regiones, como Afganistán. El trasfondo es la crisis
económica que asola al mundo entero y que golpea a Europa con fuerza
particular. En este sentido, Gran Bretaña sabe que sus reservas petrolíferas
del Mar del Norte se están acabando. En la búsqueda y disputa por nuevas
fuentes de energía, aparecen las Malvinas como una fuente de nuevos recursos.
Esto lo corroboró recientemente
el propio ministro de Defensa británico, Philip Hammond, cuando informó al
parlamento inglés que las compañías inglesas ya invirtieron 1.500 millones de
dólares y prometen invertir 2.000 más para sacar petróleo en el 2016.
El Reino Unido, si bien hace
décadas dejó de ser el imperialismo hegemónico, mantiene varias colonias bajo
su férula opresora. Según el Comité de Descolonización de la ONU, existen
actualmente 16 territorios colonizados en disputa. Diez de ellos son
británicos: Malvinas (el más grande de esta decena), Gibraltar (reclamada por
España), los caribeños Anguilla, Bermuda, Islas Vírgenes Británicas, Caymán,
Montserrat, Santa Helena, Turks y Caicos y la isla del Pacífico Pitcairn.
La política de Cristina
La presidenta argentina denunció
la “militarización del Atlántico Sur” y la “depredación de sus recursos
petroleros” por parte del imperialismo británico. En su discurso se escucha
mucho la palabra “soberanía” y hasta “segunda independencia”. Es real que
existe una respuesta de Cristina ante estas agresiones inglesas. Sin embargo,
nosotros sostenemos que sólo con palabras o con recurrir a la ONU, donde los
ingleses tienen poder de veto, no basta. Las medidas de Cristina K. son tibias
y absolutamente insuficientes para recuperar la soberanía argentina en
Malvinas.
Es más, existe una contradicción
entre los discursos y la práctica del gobierno argentino. Por ejemplo, se sigue
subsidiando a las corporaciones inglesas y pagando deudas con el sacrificio del
pueblo argentino, recursos que finalmente financian el despliegue de la armada
pirata. Cristina Kirchner, además, mantiene los “Acuerdos de Madrid”,
por los cuales se entrega a Gran Bretaña más de un millón de kilómetros
cuadrados de mar en torno a las Islas Malvinas. Recordemos que estos acuerdos
fueron firmados en 1990 por Carlos Menem, cuando Domingo Cavallo era canciller.
Cristina también mantiene la “Ley
de protección de inversiones británicas” y sigue pagando puntualmente la
deuda a los bancos ingleses y al FMI, además de subsidiar a las corporaciones
inglesas y yanquis en la Argentina. En este sentido, resalta el ejemplo de la
Metro Gas, que pertenece al British Gas Group. O el caso de British
Petroleum, a quien en 2007 se le adjudicó sin licitación, por 40 años, el
yacimiento de Cerro Dragón. Por la extensión del plazo ha sido en la práctica
una concesión hasta el agotamiento.
De la misma forma como en 1982,
en medio de una guerra, la dictadura militar le pagaba puntillosamente la deuda
y hasta los intereses a los enemigos, ahora resulta inaceptable que, frente a
la “militarización de nuestros mares”, como el gobierno denuncia, éste le siga
transfiriendo recursos al imperialismo. Y hace esto al mismo tiempo en que
impone un ajuste y techos salariales a los trabajadores argentinos.
La lucha por las Malvinas es
parte de la lucha por la Segunda Independencia continental
Desde la LIT-CI rechazamos
categóricamente las agresiones militares de los bravucones piratas
imperialistas. Reafirmamos nuestra posición histórica de que las Malvinas son
argentinas y de nadie más. Estamos por la recuperación de las islas por parte
del pueblo argentino y por el fin de ese enclave imperialista, símbolo más
abyecto de colonialismo y una verdadera afrenta contra los pueblos del mundo,
especialmente contra América Latina. Esta lucha no es sólo del pueblo argentino
– que debe y puede ser la vanguardia-; esta lucha es continental, es mundial.
Debemos impulsar la más amplia
movilización antiimperialista de la clase obrera y el pueblo argentinos, en
unidad con los demás pueblos del mundo, para lograr la recuperación de la
soberanía de Malvinas a manos de los argentinos. No existe otra salida que no
sea la movilización masiva y antiimperialista, a nivel continental. En este
sentido, sostenemos que nada se puede esperar de la política sumisa del gobierno
argentino, que apuesta a la vía muerta de la diplomacia burguesa en los marcos
de la ONU, cueva de bandidos capitaneada por el imperialismo mundial.
Por otro lado, si bien los
gobiernos del Mercosur tomaron medidas de apoyo a la reivindicación argentina y
decidieron prohibir el acceso a sus puertos de buques con bandera de la
Autoridad Política de las Islas (Falklands en la terminología
británica), es preciso señalar que la misma es absolutamente insuficiente en el
sentido de afectar intereses estratégicos del imperialismo inglés en nuestros
países. En este mismo terreno, por ejemplo, la Confederación Argentina de
Trabajadores del Transporte (CATT), órgano que abarca a los sindicatos de
camioneros, trabajadores portuarios, marítimos, ferroviarios y aéreos, fue
mucho más coherente y anunció que han resuelto boicotear a cualquier buque con
bandera inglesa, no sólo de Malvinas.
En la Argentina –al igual que en
el resto de los países latinoamericanos- debemos movilizarnos para exigir a la
presidenta Kirchner que cese los discursos y tome medidas concretas, reales, en
contra de los intereses del imperialismo inglés. A los colonialistas se los
debe golpear donde más les duele: en el bolsillo.
¡Exigimos al gobierno de Cristina
Kirchner que expropie a las corporaciones inglesas en la Argentina, que
confisque sus bancos y no pague ni un peso de la fraudulenta deuda a los
piratas! Lo mismo debemos exigir al resto de los gobiernos latinoamericanos (1).
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