Esta es una historia
acerca de la intolerancia. Acerca de una sociedad que no soporta la existencia
de gente diferente. De un país español, criollo, europeo, cristiano occidental,
que se dice civilizado y trata de acabar con los bárbaros, los salvajes, los
hombres que deambulan libremente por las pampas y cordilleras del sur del
continente. Ellos se defendieron del salvajismo civilizado; hicieron lo que
pudieron, vivieron como mejor supieron, pelearon hasta el cansancio, y
terminaron por morir y ser vencidos por el progreso. Entró, el ejército, lo
siguieron el ferrocarril y los colonos que venían a “hacer la América”, sin
percatarse siquiera de lo que había ocurrido. Esta guerra inicua, que nuestros
gloriosos ejércitos republicanos emprendieron en la segunda mitad del siglo
pasado, fue guiada por la intolerancia: el derecho de quien se Cree civilizado
a combatir la barbarie, en nombre de banderas y santos coronados de las mitologías del progreso de la humanidad.
La historia de los
que no aceptaron ha sido silenciada. Hay, al parecer, una definida tendencia a
identificar la historia humana con la historia de los vencedores; los vencidos
-tantas veces percibidos como barbaros- no Suelen tener historia, o su historia
es absorbida por el triunfalismo de los vencedores. Quedan así en la memoria,
cuando han quedado, como curiosas especies que no lograron sobrevivir, o
perdiendo la propiedad de sus aportes al desarrollo del hombre, u ocupando un
lugar en la mitología del vencedor, donde personifican fantasmales fuerzas del
mal, del pasado, de la monstruosidad que el progreso de los pueblos debe
desterrar. Es lo sucedido con el pueblo mapuche en nuestras historias, las que
nos han hecho olvidar que en él había familias, amores, sentido del honor,
moral intachable; en fin, vida humana en toda su complejidad.
El objetivo de este libro ha
sido rescatar esta historia olvidada, negada, silenciada por nuestras culturas
intolerantes. Cada frase, cada relato, cada episodio recuperado, es un alegato ético
que rechaza la intolerancia y afirma el derecho de los pueblos a ser como
quieren ser, a vivir de acuerdo a sus propias modalidades sociales. No
solamente importa que hayan muerto muchas personas, que se pueda hablar de
genocidio o etnocidio; importa mis aun que se siga pensando en forma intolerante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario